lunes, 23 de julio de 2012

El Secreto (III)

Lo quisiera o no, Saito sabía que algo estaba apunto de ocurrir. Algo oscuro se cernía contra la inestable tranquilidad que había reinado en aquellos días. Sabía que únicamente era un descanso para lo que estaba por venir. Su ser interno le decía que esto no era el final, si no el principio de algo. Algo de lo que prepararse y estar alerta.

Al cabo de unos minutos volvieron a parecer los enamorados. Portaba cada uno un tazón lleno de café. Al parecer Olga tenía un campin-gas en su casa y aprovechó para hacerle un café a su novio con una de las cafeteras antiguas. Era un derroche, pero todo era poco para celebrar que Oscar había vuelto. Saito había permanecido todo el tiempo pensativo. Oscar se sentó frente a él y lo sacó de sus pensamientos.

-Y digame señor Saito, Práctica usted algún tipo de arte marcial ¿Cómo se llama ese que usan espadas…Kendo?

-El Kendo sirve para competir hoy en día. Para mí solo existe un arte marcial.

-Pero existen muchas artes marciales diferentes. En el ejercito por ejemplo, nos enseñan Krav maga y conocco compañeros del trabajo que practicaban Vale-tudo, kick boxing y Muai thai. –Dijo Oscar algo confundido. Pensó que quizá Saito era algún tipo de fanático y que para él únicamente su arte marcial era el real y verdadero. Era la oportunidad para ponerlo entre las cuerdas y quedar bien delante de su novia. –No se puede estar cerrado a un solo estilo. Hay que complementarse. Cada estilo de combate tiene sus cosas buenas.

-Estoy de acuerdo con usted. Para mí solo existe un arte marcial, porque creo que los seres humanos solo pueden luchar de una manera. Existiría otro estilo si un humano tuviese tres brazos o tres piernas. Pero todos podemos golpear de la misma manera porque tenemos los mismos miembros. Usted mismo lo ha dicho. Sus compañeros “practicaban” Valetudo. Incorporaban los golpes que se enseñan en ese arte a su cuerpo. Pero su cuerpo no hace Valetudo. Su cuerpo golpea como le han enseñado. –Dijo Saito acompañando la frase de una sonrisa.

-Pero si a mi me enseñan a luchar al estilo del Valetudo y a usted al estilo del karate, lucharemos de maneras distintas ¿no? –Preguntó Oscar.

-Aunque ambos practiquemos Karate, lucharemos de distinta manera, pero ambos daremos golpes con nuestros brazos y piernas. Es nuestra mente y cuerpo, quienes hacen el estilo con el que luchamos.

-¿Y cual es el arte marcial que usted práctica? ¿Por qué usan espadas en una época tan moderna?

-La espada purifica el espíritu. Un arma de fuego no. –Sentenció tajante Saito.

-Pero si usted viene con un sable y yo le disparo desde un balcón no hay posibilidad de que se defienda. No creo que cerrarse a lo antiguo sea algo bueno. ¡Hay que estar abierto a todo, hombre! –Dijo Oscar con tono de compañerismo. Estaba satisfecho, la batalla había concluido y él era el vencedor. Saito asintió sonriendo. Parecía complacido.

-Estoy de acuerdo con usted. Me temo que mis pensamientos son un poco anticuados. Ya soy algo mayor. En cambio usted es todavía joven y fresco. No hay más que ver esos brazos, ¡Pobre de mí si le hago enfadar!  –Ambos echaron a reír. Incluso Olga que no entendía muy bien de que hablaban también rio. Oscar comprendió entonces que en la conversación el único que estaba librando un duelo era él mismo. La risa disipó de nuevo cualquier mal pensamiento de su mente. Se dio cuenta entonces de que realmente el duelo había sido siempre entre su inseguridad y él mismo.

-¡Cómo es este hombre! –Dijo Olga todavía riendo. Luego miró a Oscar con ternura. -¿Sabes, Oscar? Saito me dijo que vendrías. Mantuvo mi esperanza. Yo creía que Si no habías venido ya… quizá era porque te había ocurrido algo. –Bajó la mirada al suelo. -Con vosotros aquí me siento bien. Siento que no todo está perdido. Puede que no sea el fin del mundo a pesar de todo.

-Pues claro que no cariñet. –Oscar le agarró las manos con ternura. –Estamos juntos y no voy a dejar que te pase nada malo. No sé que nos deparará el futuro, pero saldremos adelante. –Miró a Saito y a su hijo que permanecía tendido en el suelo, tapado con una manta. –Los cuatro.

-¿Pero y que pasará después Oscar? ¿A dónde iremos, Cómo viviremos? –Preguntó Olga.

-Aquí estamos a salvo de momento. Quizá deberíamos levantar una barricada en la escalera para mayor seguridad. Pero hay un supermercado justo aquí abajo. Tenemos provisiones para años si las conseguimos subir suficientes y es más difícil sufrir un asalto en un lugar alto. –Dijo su novio totalmente convencido. -¿Qué opina usted, Señor Saito?

Saito hizo una pausa y adoptó un semblante pensativo sujetándose el mentón con la mano izquierda. Era un hombre dado a pensar en el presente y no en planificar el futuro. No había tenido tiempo de plantearse cual era su situación y la de su hijo.

-Es un lugar fácil de defender, pero difícil para escapar. Yo pensaba refugiarme en las montañas con Ikari. Pero ahora no sé que pensar. Si tenéis intención de quedaros aquí, debemos pensar tanto en la defensa como en la huida.

-No había pensado en la posibilidad de buscar otro lugar. La huida puede ser de muchas maneras. Si colocamos una cuerda en la galería podríamos acceder al piso de abajo o incluso a la terraza del primer piso del edificio y escapar por allí. –Dijo Oscar satisfecho.

-Para eso deberíamos tener aseguradas todos los pisos donde posiblemente nos refugiaríamos en caso de huida. Y deberíamos disponer del piso de abajo como posible segunda residencia, con suministros y herramientas para acceder al piso de arriba, porque una vez abandonásemos el último piso no podríamos volver a subir en caso de invasión. Eso conllevaría mucho trabajo y esfuerzo además de un riesgo, si tenemos que registrar cada casa. Estoy seguro de que la mayoría de ellas no están vacías. –Saito quedó en silencio, todavía meditabundo. Oscar lo miró y se dio cuenta de que sería una tarea difícil.

A Oscar le dio miedo el pensar en entrar casa por casa a registrarlas. La idea de encontrarse cara a cara con uno de aquellos “zumbados” le aterraba. Ya sabía que era lo que podían hacer y no quería acabar así sus días. La idea de dejar que Saito registrase solo el edificio entero, surcó su cabeza acudiendo a la llamada de miedo y evasión que pedían sus emociones. Casi como el que le dice a su madre “Ve tu mama, que a mi me da miedo”. Inmediatamente se quitó la idea de la cabeza y se culpó por ser tan cobarde. Sus miedos siempre habían estado ahí después de todo. El ejército no había hecho nada para superarlos. Únicamente lo habían evadido de la realidad de su forma de ser. Sin duda el fin del mundo era una ocasión perfecta para enfrentarse a sus miedos.

-Prepararé la comida. Seguro que pensamos mejor con el estomago lleno. Tenemos que coger fuerzas por lo que veo. Tenemos mucho que hacer. –Dijo Olga rompiendo el silencio.

-Espera, que te ayudo. No soporto estar sin hacer nada. –Dijo Oscar adentrándose en la cocina, sujetando a su novia por la cintura.

Saito volvió a quedarse solo. Estaba apunto de ponerse a pensar más detalladamente como debería de ser el operativo para tener un plan de huida, cuando de repente Ikari emitió un gemido.

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